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Bogotá es una parte crucial de sus películas, como marco determinante de sus personajes, pero mucho de lo que Santa toca en torno a subtextos les habla al país y al mundo.
Bogotá es una parte crucial de sus películas, como marco determinante de sus personajes, pero mucho de lo que Natalia Santa toca en torno a subtextos les habla al país y al mundo. | Foto: Andrés Ríos

CINE

“Me obsesiona lo que hay en el interior de las personas”: Natalia Santa habla sobre ‘Malta’ y la frustración de dirigir

SEMANA habló con la directora sobre su segundo largometraje, que estrena esta semana en el país. Un relato genuino de la temprana adultez en estos tiempos, de las familias fragmentadas y de la sociedad que mira hacia adentro, ‘Malta’ deslumbra con su reparto y sus maneras.

Alejandro Pérez Echeverry
6 de julio de 2024

Ocho años después de haberla empezado a navegar en su mente y corazón, Natalia Santa regresa con Malta, su segunda película tras su cautivante ópera prima, La defensa del dragón, que estrenó en Cannes en 2017. Al frente del relato, su memorable protagonista, Mariana, interpretada por la cartagenera Estefanía Piñeres. Rola como ella sola, esta mujer refleja muchísimos de los dilemas y las cuestiones de su generación. Atraviesa sus veintes, integra la generación que en los call centers encuentra un sustento que apenas le da. Pero vive su vida y una sexualidad experimental que la hace sentir libre, pero también la expone a peligros.

Mariana se proyecta una vida distinta, en algún otro lugar, quizá en Malta; pinta en su horizonte algo que la saque de ese ciclo, de esa casa de familia de clase media bogotana en la que vive con su abuelo, su hermano menor, su muy responsable hermana mayor y su frustrada madre, con la que suele chocar. Todos tienen una personalidad fuerte y todos saben de qué temas no se habla abiertamente, como en las mejores familias, como en todas. Y, en ese sentido, también tiene sus momentos de encuentro y gozo.

Malta, de Natalia Santa, en ficci 63
Entre sablazos y gestos de apoyo vibra esta familia de clase media bogotana. | Foto: Andrés Ríos

Al respecto de la película, SEMANA habló con la directora, que antes de hacer cine estudió Literatura, y que también lidera el equipo de escritores que adapta Cien años de soledad para Netflix. Esto dijo.

SEMANA: ¿Por qué, cuándo y cómo tomó el camino del cine?

Natalia Santa: Realmente empecé a hacer cine ya grande. Estudié Literatura y empecé trabajando en editoriales (tres años anduve en Alfaguara y los distintos sellos que había). Mi madre es libretista. Entonces, después de un viaje a Estados Unidos, volví y empecé a trabajar con ella en libretos para televisión. Después de eso pude trabajar varios años en televisión, e hice un primer guion para largometraje, que finalmente nunca se filmó. Fue como un ejercicio para mí, de tránsito entre el lenguaje de la televisión y del lenguaje del cine, que es diferente. Ese fue mi primer paso. Y luego sí escribí el guion de La defensa del dragón, que fue mi primera película (*estrenada en Cannes en 2017).

Así pues, ni había tenido ni tuve escuela de cine. Estudié Literatura, escribí siempre, y mi formación como directora fue haciendo La defensa del dragón. Esa fue mi escuela, mi primer contacto con el ejercicio y el hacer del cine. Y fue, siento yo, muy orgánico. Empezó por la escritura, y esa escritura me fue llevando a la escritura del cine y luego terminé dirigiendo la película. Ahí llegó la claridad de que era algo que podía y quería hacer.

Natalia Santa, directora de 'La defensa del dragón' (2017) y de 'Malta' (2024).
Para Natalia Santa (Bogotá, 1977), directora de 'La defensa del dragón' (2017) y de 'Malta' (2024), a dirigir se aprende dirigiendo e implica, por más experiencia que se tenga, lidiar con altos niveles de frustración. | Foto: Iván Herrera

SEMANA: ¿Qué cine la formó?

N.S.: Cuando tenía que decidir qué estudiar, estaba entre Literatura, Cine o Artes Plásticas. Me decidí por la primera, en la Universidad Nacional, pensando que tal vez después podría cambiarme a Cine. Finalmente terminé Literatura. Pero yo quería estudiar Cine, en parte, porque me encantaba. Pasé mucho tiempo de esa juventud en la sala Los Acevedo, del Mambo, que en esa época era una sala muy activa (estoy hablando de 1993, 1994). Y hasta inicios de 2000 fue una sala muy activa. Siempre tenían ciclos de cine y se llenaba, era un lugar al que muchas de las personas de mi generación íbamos.

Ahí empecé a ver cine, un cine que me marcó y me fascinó, y que me llevó a la idea de querer estudiar Cine. Y ese cine va a estar siempre conmigo. Me acuerdo muchísimo de un ciclo de los hermanos Kaurismäki, de Aki Kaurismäki, que me encantó y pensaba “¿Cómo se puede hacer un cine así de sencillo y así de básico, y al mismo tiempo tan conmovedor y tan profundo?”. Recuerdo también de haber visto ahí las primeras películas de Wong Kar-wai, de haber visto Happy Together y pensar: “Algún día quiero hacer una película como esta”. Y bueno, hay muchas otras, recuerdo otro ciclo increíble de cine alemán con Wim Wenders, con Fassbinder; y, lo mismo, verlo y pensar que el cine es un espacio para transmitir emociones y generar reflexiones y ponerte en un lugar, que a mí me parece único y maravilloso… Pensar: “Algún día quisiera hacer algo como eso”.

SEMANA: ¿Ha cambiado mucho su manera de escribir? ¿Qué método sigue?

N.S.: Cada proceso es diferente y cada película es diferente porque llega desde un lugar diferente. Para mí era importante, siempre lo ha sido, partir del personaje. Entender el personaje, hacerme preguntas sobre ese personaje. En mis películas y en las que disfruto, en los libros que me gustan, en la música que me gusta, se nos lleva hacia adentro. Para mí es muy importante lo que pasa por dentro de los personajes, y en las escenas construyo mucho el subtexto. Me importa más lo que no se dicen que lo que se dicen. Y para llegar ahí, hay que entender muy bien al personaje. De dónde viene, qué siente, qué lleva por dentro, qué lo atormenta, qué le duele, qué lo avergüenza, qué lo enamora, porque desde ese lugar entiendo cómo abordar cada escena.

Digamos que es un proceso paralelo: ir construyendo lo que le sucede al personaje e ir entendiendo quién es el personaje. Y eso se termina de pulir después de muchas reescrituras, de volver una y otra vez a lo que se ha escrito, recorrer otra vez el recorrido, los pasos del personaje y decidir qué se queda, qué tiene sentido y en qué hay que ahondar más... Quizás faltan más escenas con la madre, con el amante… esa construcción se hace desde la reescritura.

SEMANA: Malta tiene muchas frases duras y memorables. De este lado quedó sonando “El que quiera estar que esté y si no que se abra”, ¿del suyo?

N.S.: Curiosamente, a esa frase que mencionas regreso mucho, porque todo el tiempo me la paso pensando “El que quiera estar que esté y si no que se abra” (risas). Es un lugar en el que uno fácilmente puede estar.

Hay varias frases que a mí me sorprenden cuando veo la película, ahora que estamos haciendo piezas promocionales, viendo lugares de la película que puedan resultar interesantes. Y muchas están en las frases que Mariana le dice a su mamá, Julia. “Yo la voy a dejar en paz, pero usted nunca va a estar feliz”, ¿no? Hay un montón de cosas que uno quisiera decir a veces y no dice, y Mariana puede decirlas. Son frases muy fuertes. Pero la que mencionas es la que más recuerdo y la que más he repetido en otros contextos.

SEMANA: ¿Cambió su estilo de dirección con respecto a La defensa del dragón (2017)?

N.S.: Dirigir es un arte que se aprende haciendo. Y con dos películas, que es lo que he hecho, uno no podría definir un estilo de dirección. No sé si lo tenga, y probablemente me tome siete años hacer mi siguiente película. Creo que dirijo o trabajo de acuerdo con lo que tengo en ese momento, con mis necesidades y mis preguntas. No hablaría de estilo.

En La defensa del dragón, mi primera experiencia, la primera vez que me enfrentaba a todo en un set, a dirigir actores, validar un equipo, a toda la construcción que implica una película, todo era nuevo para mí, lo estaba descubriendo. Con la productora de La defensa decíamos que entendimos cómo hacerla cuando la terminamos. “Ah, OK, así había que hacerlo”.

Y también estaba descubriendo qué persona era yo en esas situaciones y circunstancias. Por ejemplo, algo que me costó muchísimo fue tener que resolver en el momento, tomar decisiones muy rápidamente, porque en el rodaje no hay tiempo: son muy pocas semanas, hay un plan de rodaje muy estricto, sabes cuántas escenas filmas ese día, cuantos planos tienes, y más o menos cuántas tomas tienes por plano. Y entonces llegar al momento del rodaje, estar en la mitad de un plano, y sentir que no es por ahí... de repente pensar “Esta no es la escena como la quiero contar”, y no tener el tiempo de pensar cómo es la escena, o de buscarla, o de reflexionar con tu equipo y hablar con tus actores y probar cosas nuevas, eso me frustraba mucho.

Afiche oficial de Malta (2024).
Afiche oficial de 'Malta' (2024). | Foto: cortesía Perro de Monte

Además, al ser la escritura mi oficio, eso no me pasaba. Tenía tiempo para revisar, para reescribir, para recibir retroalimentación de otros, sobre todo en escritura para series, en la que los equipos son grandes. Y esa reescritura, ese “llegar a lo que queremos” es un tiempo que no tienes en el rodaje, y me frustraba muchísimo. Todos los días llegaba a mi casa pensando “Uf, no, no era lo que quería, no llegamos a lo que yo buscaba, no fue la mejor toma, necesitábamos más tiempo”.

En la primera película, dirigir fue un proceso muy frustrante. En esta lo fue menos. Creo que ya tenía más herramientas para manejar esa frustración y para poder parar y decir: “No está funcionando. Vamos a buscar otro lugar desde donde abordar la escena”. Igual, sin el tiempo suficiente, pero dándome la oportunidad de buscar un poco más y de llegar a lo que yo quería. De todas formas, la frustración se mantiene: dirigir es, como han dicho muchos, enfrentarse a la frustración todos los días de no necesariamente llegar a lo que imaginabas o lo que querías.

SEMANA: Mencionó en Cartagena (en la primera proyección en Colombia) que, entre la escritura, el rodaje y la edición, sintió tres películas distintas. Con eso hay que aprender a lidiar, es una lección para quien se le mida a dirigir...

N.S.: Claro, tienes que entender que una película es un ser vivo y que el proceso se va alimentando y se va redireccionando todos los días, todos. Además, la película empieza a ser conformada por muchas voces. Dirigí, escribí y produje, pero igual, un montón de gente que empieza a dar su voz, y eso moldea la película de una manera distinta y la lleva a lugares distintos. Si no escuchas a las personas con las que estás construyendo tu película, ¿qué sentido tiene llamarlas y colaborar con ellas?

Además, cuando entran los actores empiezan a construir el personaje, a hacerlo suyo, te dan cosas que no esperabas, que no creías que estaban en la película y, de repente, aparecen. Eso es hermoso, y tienes que tener el criterio de aceptar lo nuevo sin perder la esencia y el lugar desde el que partió la película... para que tampoco se convierta completamente en otra cosa y siga comunicando lo que querías comunicar.

Hay que escuchar y fluir un poco con la realidad. Una cosa es lo que tienes en la cabeza y otra es lo que está pasando. Si te habías imaginado que la escena era en una casa tal y cual, y luego no la consigues, no te puedes quedar en eso. Ahora la casa es esta, y hay que construir en esa realidad. A veces es complicado encontrar ese equilibrio entre recibir lo nuevo, estar abierto y no perder la película que estaba en tu corazón…

SEMANA: A diferencia de La defensa del dragón, tenemos protagonistas mujeres, y nos preguntamos si en todas ellas (Mariana, Mónica, doña Julia, Luisa) hay algo de usted...

N.S.: Hay mucho, en el sentido de que todas son preguntas que me obsesionan y me ocuparon la cabeza mucho tiempo, durante la escritura de este guion. E igual sucedió en La defensa del dragón; en esos tres hombres mayores hay algo mío, algún miedo, alguna tara, alguna pregunta, alguna obsesión, si bien yo no juego ajedrez, y esta película se trataba de ajedrez. En Malta, en ese sentido, pasa lo mismo. El entorno familiar de Mariana no tiene nada que ver con mi historia familiar. Mi papá no fue ausente, siempre estuvo ahí; no tengo ni las dinámicas ni los conflictos familiares que tiene Mariana, pero por supuesto que hay muchas cosas de Julia, de Mariana, de Mónica, de Gabriel, que hablan de mí, de mis preguntas, de mis miedos, de mis certezas también.

'Malta', segunda película de Natalia Santa
Ángela Rodríguez es Mónica, hermana mayor de Mariana, y también deja un gran papel en 'Malta'. Entre ellas dos se vive una hermandad de apoyos pero, sobre todo, roces entre perspectivas distintas. | Foto: Andrés Ríos /Perro de Monte

Por ejemplo, siento que la relación de Mariana con la maternidad es muy cercana a la que yo tenía cuando era joven. Recuerdo que, muy joven, me daba rabia ver una chica adolescente embarazada. Me llenaba de furia. Me costaba mucho entender cómo una chica, a los 18, 20 años, decidiera ser mamá de una manera consciente y clara: me parecía imposible. Ahora no. Ahora lo puedo entender. Puedo verlo desde otro lugar. Pero en mi juventud me preguntaba por qué una chica tenía que acabar su vida a los 17 años con un embarazo. Este momento lo veo desde un lugar totalmente distinto. Pienso que es posible seguir con la vida y siento que es una decisión consciente posible. Obviamente, defiendo el derecho al aborto, defiendo la decisión de cada mujer en cada momento de su vida de ser madre o no, en cualquier circunstancia…

SEMANA: Verlo desde esos dos lados, de defender el aborto y defender la decisión de ser madre...

N.S.: Exacto. Y ahora puedo entender que una chica, a sus 17 años, decida de manera consciente tener un hijo, siempre y cuando sea una elección, no una imposición. “Puedo decidir libremente abortar y puedo libremente decidir tener ese hijo”, y por eso está el personaje de Luisa.

Ese tránsito mío entre el preconcepto de la maternidad y luego ser madre está ahí, en esos diferentes personajes y en esas decisiones sobre la maternidad. La decisión de Julia es una; la decisión de Luisa es otra. Y la paternidad también, desde estar o no…

'Malta', segunda película de Natalia Santa
La familia normal en Colombia es una en la que conviven en el mismo techo varias generaciones y también hay ausencias claves... | Foto: Andrés Ríos /Perro de Monte

SEMANA: A diferencia de la familia “papá, mamá e hijos”, esta familia en Malta se define por sus ausencias, fragmentada, con múltiples generaciones, ¿retrata la nueva familia tradicional colombiana?

N.S.: Sí habla de millones de familias, pero creo que esa idea de “papá, mamá e hijos, siempre juntos y felices”, es relativamente nueva. Porque las familias colombianas siempre han sido familias en las que, tradicionalmente, empiezan a vivir muchas generaciones en el mismo hogar. Yo creo que esta nueva condición de la vejez, de envejecer en un ancianato, por mucho tendrá 30, 40 años en Colombia. Mi abuela materna vivió con mi tía hasta que murió. Mis abuelos paternos también fueron cuidados por alguno de sus hijos. La casa materna, la casa paterna, siempre fue un lugar en el que estuvieron presentes hijos, nietos, en diferentes etapas y momentos de la vida familiar. Entonces, creo que este de Malta es un retrato no de la familia de esta generación, es un retrato de la familia colombiana de muchas generaciones.

Y también retrata una familia tradicional colombiana, de las muchas que han vivido sin sus padres, en donde la figura paterna es el abuelo, o la figura protectora es la abuela. Son muchas familias conformadas solo por mujeres. Hay que entender que esa es la normalidad, no la anormalidad. La normalidad es familias que no están conformadas por papá, mamá, hijos, felices bajo el mismo techo.

"Hay que entender que esa es la normalidad, no la anormalidad. La normalidad son familias que no están conformadas por papá, mamá, hijos, felices bajo el mismo techo", piensa Santa. | Foto: Andrés Ríos

Hay que entender que hay muchas formas de relacionarnos como familia, que son la norma, que son la tradición, y que en esas formas de relación también se están perpetuando unos roles y unos imaginarios de lo que es el padre, lo que es la madre y el rol que debe asumir cada hijo... Y para mí es importante acercarme a esta familia para generar una reflexión también: ¿cuál es mi familia?, ¿cómo me relaciono yo con mi familia? Y asumo ese pasado familiar. En el caso de Mariana, hay un pasado familiar vergonzante, integra una familia vergonzante. Su madre tiene una serie de problemas con los que ella no puede hacer las paces…

SEMANA: Hablemos del trabajo con Estefanía Piñeres, que no deja dudas interpretando a una “rola como ella sola”. ¿Cómo armaron a Mariana?

N.S.: Primero, Estefanía es cartagenera, y es alucinante lo que ella logra. Fue una fortuna y un regalo para mí, de la vida, conocerla y trabajar con ella. Es una mujer impresionante. Es brillante, es generosa, es juiciosa. Ella no solo es actriz; es productora y guionista. Tiene un par de cortos realizados, con premios. Tiene dos proyectos, uno de largometraje de animación, que ella dirige, y otro de ficción. Es un ser humano maravilloso.

'Malta', segunda película de Natalia Santa
Mariana, que expresa un mundo con los ojos, se proyecta por fuera, y resta ver si logra, en efecto, partir... | Foto: Andrés Ríos /Perro de Monte

Entonces, el nivel de comunicación que yo tenía con ella y la profundidad a la que pudimos llegar con el personaje fue increíble. Hablamos muchísimo de lo que estaba pasando por dentro de Mariana, de las heridas de Mariana, de dónde venía, de su pasado familiar, de sus recuerdos, de la relación con su madre, obviamente. Ella fue muy generosa en abrirme su propia historia y poder trabajar con cosas de su propia historia, para nutrir al personaje. Y ella creó una Mariana con una cantidad de capas encima, de densidades, de profundidades que a mí me sorprendía. Porque una cosa es que puedas llegar intelectualmente a las razones del personaje, a los lugares y motivaciones del personaje, y otra cosa es que eso se pueda ver en la pantalla. Y ella lo logró de una manera poderosísima, impecable. Y lo hizo desde un lugar muy juicioso, muy generoso, muy presente y activo. La admiro increíblemente por cómo ofrece su disciplina y su capacidad de trabajo desde el amor. Eso es algo muy difícil de encontrar, una persona excepcional.

Una cosa es que puedas llegar intelectualmente a las razones del personaje, a los lugares y motivaciones del personaje, y otra cosa es que eso se pueda ver en la pantalla.

Y nosotras lo que hicimos fue ir a la historia de Mariana y construir emocionalmente el personaje desde momentos de su vida específicos que fuimos creando, con sus hermanos y con su madre. Hicimos ejercicios en los que construíamos estos momentos. Por ejemplo, en uno recreamos la primera vez que Mariana no llegaba a dormir. Improvisamos sobre ese momento. Veíamos cómo reaccionaba la madre, cómo reaccionaba ella, y así, creamos otras situaciones, con los hermanos, para que hubiera una carga emocional y una historia afectiva cuando íbamos a filmar.

La cartagenera Estefanía Piñeres deja en Mariana una protagonista rola inolvidable. Patricia Tamayo entrega en doña Julia una madre carcomida por la frustración. Entre hija y madre, la palabra lastima y el cariño se percibe en gestos puntuales
La cartagenera Estefanía Piñeres deja en Mariana una protagonista rola inolvidable. Patricia Tamayo entrega en doña Julia una madre carcomida por la frustración. Entre hija y madre, la palabra lastima y el cariño se percibe en gestos puntuales. | Foto: Andrés Ríos

SEMANA: Del lado de los actores de otra generación, pues la mayoría son jóvenes, está Patricia Tamayo, que en doña Julia deja una madre quebrada, frustrada, desgarradora...

N.S.: Patricia también es una mujer maravillosa. Desde que me acerqué a ella lo ha sido. Yo no hice casting con ella, yo quería que fuera la mamá. Solo hablé con ella para Julia, y afortunadamente el personaje la tocó muchísimo, la tocó, quiso hacerlo. Y con ella hicimos un trabajo hermosísimo de confección de ese pasado, de las heridas, de los amores frustrados, de esas derrotas. Hablamos mucho sobre lo que pasó antes de la película y de cómo llegaba Julia emocionalmente al momento de la película.

Patricia escribió mucho sobre el personaje e hizo un ejercicio hermoso: tenía una cajita con un montón de objetos que hablaban de su pasado, de los hombres de su pasado. Y esa cajita con esos recuerdos la llevó al rodaje y estaba en su cuarto.

Construyó su personaje con historias personales. Escribió mucho sobre el personaje e hizo un ejercicio hermoso: tenía una cajita con un montón de objetos que hablaban de su pasado, de los hombres de su pasado. Y esa cajita con esos recuerdos la llevó al rodaje y estaba en su cuarto. Tenía un pañuelo que para ella también tenía un montón de significado. Eso que ella le aportó de manera tan generosa y tan genuina a esa construcción del personaje se ve y fue maravilloso. Trabajar con alguien como ella fue un enorme aprendizaje. Y en medio de tantas personas jóvenes, éramos las mayores. Somos muy cercanas en edad. Y creo que construimos un lugar muy lindo de comunicación. Fue maravilloso tenerla.

SEMANA: Bogotá es escenario y personaje en estas relaciones...

N.S.: Bogotá es mi ciudad y es mi punto de partida. Creo que estos personajes, esta forma de comunicarse, la pasivo-agresividad de esta familia, no se pueden dar sino en Bogotá. Y la película habla también de cómo somos, como bogotanos, de la energía de esta ciudad, de los espacios, del frío que se siente, pero también de estar en una terraza en los días soleados. Y refleja lo ‘para adentro’ que somos los bogotanos. Somos personas que estamos echadas hacia adentro. Todos los colombianos, quizá más en tierra caliente, están hacia afuera; nosotros estamos hacia adentro. Y eso es, en parte, lo que quiero contar en esta familia, lo que pasa por dentro, y eso está moldeado por la ciudad.

SEMANA: Más allá de las regiones, en las familias siempre habrá subtextos callados, ¿no cree?

N.S.: En todas las relaciones, en el mundo, en el ser humano, están... Y creo que nos estamos construyendo como personas, y relacionándonos con los demás a partir de eso, de lo que no decimos más de lo que decimos. Y hay pactos sociales sobre cosas que no se dicen, y van generando unas heridas enormes…

'Malta', segunda película de Natalia Santa
Para su directora, "la película habla también de cómo somos, como bogotanos, de la energía de esta ciudad, de los espacios, del frío que se siente, pero también de estar en una terraza en los días soleados". | Foto: Andrés Ríos /Perro de Monte

SEMANA: Se puede extrapolar al país...

N.S.: Este cine que lleva tantos años hablando sobre las violencias en Colombia, sobre nuestra historia, nuestras violencias políticas y sociales, sobre la desigualdad, sobre el hambre, sobre el odio, es un cine que está contando lo que no se debe contar, que está abriendo heridas y sanándolas. Y creo que, con La defensa del dragón y con Malta, hago un poco eso, pero a nivel individual, no fijándome en los dramas sociales y colectivos, sino en los dramas familiares y personales.

SEMANA: Es escritora jefe del proyecto de Cien años de soledad, de Netflix. Desde afuera, se pensaría que es diametralmente opuesto el trabajo a lo que hizo en Malta...

N.S.: Escribir series y escribir un guion para cine son procesos totalmente distintos. El guion de cine, en mi caso, es una escritura individual, personal, solitaria, y aunque al escribir series también hay un momento en el que cada uno está escribiendo su guion en solitario, son procesos mucho más colectivos en los que hay muchas personas involucradas. Diría que sí, hay una gran diferencia entre hacer una película y hacer una serie.

También creo que cuando haces tu trabajo y tu película estás respondiendo a preguntas muy personales, desde tus propias obsesiones, desde el interior más profundo. Al menos siento que lo que he hecho hasta ahora en mis películas es escarbar un poco dentro de la naturaleza del ser humano, de las relaciones, de esos pactos sociales que hacemos y de esos roles que asumimos, y cómo eso nos va definiendo y nos va dañando.

SEMANA: ¿Se siente la presión de adaptar a García Márquez?

N.S.: Es un reto enorme, pero creo que lo hemos hecho con muchísima responsabilidad. Lo hemos hecho sabiendo las expectativas que genera. No puedo compartir mucho más que eso.

SEMANA: ¿Ya sabe qué película viene para usted?

N.S.: Ya está la siguiente, una película que, como siempre, va a hablar del interior de los personajes y de las heridas que cargamos y de las relaciones entre nosotros. En últimas, cuando uno tiene una obsesión, vuelve a ella siempre. La mía es lo que hay en el interior de las personas.

MALTA /// TRAILER 2

SEMANA: Una metáfora muy potente empezar con esa escena inicial en la ducha. ¿Esa fue la imagen desde la cual partió?

N.S.: Sí, siempre empezó con ella en ese baño. Para mí, empezar así es decirle al espectador “Vamos a estar en un lugar muy íntimo, en el interior de esta chica, y eso puede llegar a ser incómodo”. Quería que el espectador sintiera que estaba viendo algo tan privado e íntimo que no debería estar viéndolo. Y eso, igual, sucede en la relación de ella con su madre. Ver esas peleas, escuchar lo que se dice y sentir, “Uy… no quiero estar acá, es demasiado fuerte”.

*‘Malta’ se estrena en salas del país el 11 de julio.